jueves, 1 de noviembre de 2007

Sexo


Mis manos huelen a sexo, pero seco , triste, amargo. No es el sexo de tu cuerpo, no es el sexo de tu pene entre ellas, de tu semen derramado en las manos. Es el sexo de la soledad, de mi cuerpo, encerrado en un cuarto de dos por cinco en una cama en el piso. Pensando en ti, en tu recuerdo. En tus labios en mi ombligo, en tus manos jalando mis caderas para penetrarme con arremetidas violentas, profundas, intensas.
Pero no estas. Y solo soy yo, con las lagrimas empañando mi rostro.

Y el sexo es solo sexo, se convierte en rutinario sin agrado sin chiste.

Y otra vez, solo triste, amargo.

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